La creciente demanda de recursos naturales para mantener el estilo de vida actual de las poblaciones mundiales se relaciona íntimamente con la capacidad del planeta para asimilar los desechos que son generados por esta demanda.

Diversos informes indican como riesgos: el escenario de escasez de energía convencional, el aumento de la población global con alto valor de las materias primas alimentarias y una creciente brecha económica entre las clases sociales, así como entre países ricos y pobres, además del calentamiento global creciente y catástrofes climáticas de alto impacto.

El objetivo de una economía circular es preservar el valor de los materiales y productos durante el mayor tiempo posible, evitar enviar la mayor cantidad posible de desechos a la naturaleza y garantizar que se reintegren en los sistemas de producción para su reutilización; así referencia su importancia la Fundación Ellen MacArthur.

De esta forma, la generación de residuos se reduce al mínimo y se cierra su ciclo de vida, de manera que los residuos ya no se consideran como tal, sino como un recurso. Además, se reducen las presiones ambientales en el ciclo de vida del producto al evitar la introducción de nuevos materiales y energía en el proceso.

Una adecuada gestión de los residuos puede hacer todo esto posible, lo que significa priorizar los residuos en todo el ciclo, desde la prevención hasta la reutilización, el reciclaje, la valorización energética y la disposición final.

Los modelos de economía circular por otro lado se centran en la reutilización, reparación, redistribución, restauración y remanufactura, más que en las actividades de reciclaje y recuperación de energía. Lo anterior, bajo el conocimiento de que, durante el reciclaje, los materiales pierden o degradan su calidad, lo que resulta en pérdidas y en impactos ambientales posiblemente mayores.

Por ello, este modelo otorga al residuo un papel de dominancia, sustentándose en la reutilización inteligente de los desperdicios, sean estos de cualquier origen o naturaleza, dentro de un modelo cíclico que imita a la naturaleza. Bajo el enfoque anterior, el residuo se convierte en la materia prima alimentaria de los ciclos naturales o se transforma para formar parte de un nuevo producto, con un gasto energético muy bajo.

Actualmente se reconoce que, a nivel mundial, las principales barreras para la transición hacia la economía circular son la cultural, la falta de interés y conciencia de los consumidores, así como una cultura empresarial fluctuante. Como respuesta a ello, se están haciendo labores por poner énfasis en las acciones para el diseño sostenible de los productos y la consolidación de la capacidad de decisión en la  selección de productos por parte de los consumidores.

El diseño como agente de transformación presenta un nuevo paradigma en la gestión de recursos hacia un modelo donde los materiales mantienen su valor, transformándose en insumos para otra actividad, e inspirándose así en el ciclo biológico para aquellos productos que son biodegradables.

Existen diversas oportunidades que hay que atender en cuanto a la gestión de los residuos en América Latina y el Caribe, en específico en los residuos sólidos municipales, que incluyen los residuos orgánicos, los plásticos, cartón, papel, vidrio, baterías de plomo y litio, neumáticos, y aparatos eléctricos y electrónicos. Estas oportunidades precisamente lo que buscan, es transitar del manejo integral de residuos hacia la economía circular, encontrando nuevas maneras de recircular los materiales y/o sustituir las formas establecidas de generar o usar un producto.

Algunos países de América Latina y el Caribe están avanzando en concretar la transición hacia la economía circular a través del reforzamiento de la legislación y las políticas que beneficien y faciliten su implementación. Para México, algunos de los sectores que están a la vanguardia de estos avances son los relacionados a la industria automotriz o la del papel. A nivel nacional, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) está activando un plan que busca concretar la formulación e implementación de políticas públicas, instrumentos, programas y planes para fortalecer la gestión de los residuos.

Hemos sido testigos, además, de que en la Ciudad de México en 2019, el gobierno local presentó el plan “Basura Cero”, en el que se realizó una inversión inicial para otorgar infraestructura y lograr transformar las 12,700 toneladas de residuos sólidos que se generan diariamente en la ciudad, a través de un proceso de reciclaje que permita reincorporarlos a obras y construcciones que emprenden las dependencias y alcaldías.

Además de lo anterior, se han integrado también las leyes de responsabilidad extendida del productor (REP), a partir de las cuales los fabricantes se hacen cargo de recolectar sus productos al final de la vida útil y de clasificarlos antes de su tratamiento final, idealmente, mediante el reciclaje (OCDE, 2016). La política REP busca incentivar a los productores a rediseñar sus productos y empaques para facilitar su gestión al final de la vida útil.

Los dos enfoques de responsabilidad extendida consisten en que los productores:

1. Proporcionen los recursos financieros necesarios, o bien,
2. Se hagan cargo de los aspectos operativos y organizativos del proceso en los municipios.

Lo anterior puede ocurrir tanto de forma individual como colectiva.

Por otro lado, el principio de quien contamina paga es coherente con la REP en la medida en que el costo del tratamiento de los productos al final de su vida útil se transfiere de los contribuyentes y los municipios a los productores, y, por último, a los consumidores. Sin embargo, este esquema no promueve el cambio en el diseño y la producción de los productos.

La meta actual se centra en que las empresas deberán hacer la transición del manejo integral de residuos hacia la economía circular de manera gradual. En conjunto con ello, vemos que la mejora del marco legal para la gestión de los residuos participa como un elemento base de la economía circular, así como la participación e interés de la ciudadanía y la innovación para el diseño de los productos.

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